Estas Navidades están siendo un poco tristes para mí. Mi hermana y mis sobrinos no están entre nosotros como cada año. Echo mucho de menos a los niños. Y además, alguien que quiero ha salido de mi vida.
Sé que la familia es lo más importante. Mi hermano Rafa ha regresado a casa como el turrón para llenar el hueco vacío. Es genial!
Pero ahora necesito entender cómo me siento después de su ... llamémoslo marcha, huída... en fin, pasa palabra.
Ya no estoy enfadada. Ese sentimiento expiró (sí... como cuando caducan las páginas de internet). Ahora lo que siento es una gran decepción. Decepción por darlo todo una vez más sabiendo de antemano que perdía el tiempo. Un insulto a mi inteligencia por tropezar dos veces en la misma piedra. Me siento triste porque ni siquiera se me ha permitido enfadarme, ni desahogarme, ni decir lo que siento en frío. Porque no he tenido la oportunidad de despedirme y lo último que leí por "wasap" fue un "ya no te voy a escribir más", y punto. Me lo como con patatas. Es humillante, de verdad. No lo hagáis nunca.
Una vez más, me comprendo. Porque yo soy una persona generosa en la vida, en la amistad, en el amor. Y quien no lo valora no merece mi cariño. Mi alter ego habla por mí y me susurra al oído que solo los valientes y sinceros de corazón permanecerán a mi lado. De hecho, es lo que está ocurriendo.
Empiezo a desarrollar la persona "Asumista" que hay en mí y busco el lado positivo de todo esto. Pienso en los que están y no en los que se fueron, tan solo para esbozar una sonrisa; el error forma parte del aprendizaje; cuando no se puede caer más bajo, solo queda levantarse; tengo más amigos de lo que esperaba ¡vaya lotería!.
Estoy tranquila. Siempre actúo desde el corazón: No puedo reprocharme nada ni debo cambiar aunque sí aprender.
"Yo soy el dueño de mi destino... Yo soy el capitán de mi alma".
Palabras de... una princesa*