Yo cerré los ojos pero percibía su sonrisa. El cielo se reflejó en el agua y parecíamos estar sentados sobre un manto de estrellas. La espuma reboloteaba curiosa a mi alrededor desprendiendo un aroma a melocotón y vainilla. Ese dulce olor me recordó las distintas y divertidas formas que tienen las nubes.
Respiraba placer, respiraba quizás uno de los momentos más eróticos de mi vida. Y él, ajeno a todo mi sentir, se esmeraba en aclarar mi cabello para dejarlo brillante. Envolviéndome en la toalla, secó mi cuerpo y me ayudó a salir de la bañera como el que se despierta de un sueño para volver a la realidad.
Me sentí más mujer que nunca, más sexy, más segura entre sus manos.
"Querer" no es un verbo suficientemente intenso.
Palabras de... una princesa.
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