Cuesta creer que alguien no quiera oir tu voz. Duele la indeferencia y que no te consideren un refugio donde las penas se desvanezcan. Ahoga intentar pegar los pedacitos de un corazón roto... querer y no poder, genera impotencia y con ello, agotamiento.
Y aquí estoy yo, constatando lo que ya sabía, que tengo la mejor familia arropándome y queriéndome más que nunca. Y es que soy así, necesito de mi gente tanto como ellos a mí.
Temblando miro hacia delante, aunque no más allá de este momento. No puedo permitirme el lujo de pensar en un futuro. Tropezaré una y mil veces pero volveré a levantarme e intentar creer que si estoy en este mundo es por alguna razón y si existo yo, en algún rincón del planeta habrá alguien que se emocione al ver una luciérnaga o aprecie la luz de las estrellas tal y como yo siento. Una percepción del mundo distinta, inusual, sensible, abierta. Me siento completamente diferente a todo lo que conozco. Quizás sea algo raro pero grande.
Así pues, sigo sufriendo los dolores de la metamorfosis sin preguntarme por qué es necesaria pero inminente. Procurando no agotar el aire que respiro mientras lo administro en pequeñas dosis por si las moscas se agota. Pensando en mí, decidir por mí, quererme y respetarme, aportándome pequeñas dosis de paz y trantando de sentir que sí, que estoy viva.

Palabras de... una princesa.

0 comentarios:

Publicar un comentario