las cosas más triviales se vulven fundamentales

Yo, convaleciente, me rendí al cuidado de sus manos. Sentada en la bañera, limpiabas mi cuerpo con sumo cuidado mimando el vello erizado de mi piel. El agua, casi ardiendo,  se deslizaba frágil desde la cabeza para extinguirse en mis rodillas.
Yo cerré los ojos pero percibía su sonrisa. El cielo se reflejó en el agua y parecíamos estar sentados sobre un manto de estrellas. La espuma reboloteaba curiosa a mi alrededor desprendiendo un aroma a melocotón y vainilla. Ese dulce olor me recordó las distintas y divertidas formas que tienen las nubes.
   Respiraba placer, respiraba quizás uno de los momentos más eróticos de mi vida. Y él, ajeno a todo mi sentir, se esmeraba en aclarar mi cabello para dejarlo brillante. Envolviéndome en la toalla, secó mi cuerpo y me ayudó a salir de la bañera como el que se despierta de un sueño para volver a la realidad.
Me sentí más mujer que nunca, más sexy, más segura entre sus manos.




 "Querer" no es un verbo suficientemente intenso.
 
   
Palabras de... una princesa.

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