Turbulencias no, gracias

Hace dos días que regresé y regresé pensando en todo lo que me había encontrado: 14 días llenos de historias, contradicciones, costumbres, más de un "oh my god, fuck yeah!" y, porqué no decirlo, con alguna que otra turbulencia.
Recuerdo ir caminando por las calles de Moscú y descubrir una apetitosa tarta con velas de caramelo en medio de una enorme plaza; también recuerdo percibir cómo se erizó el vello de mi brazo al ver a Lennin embalsamado con el PUÑO DERECHO cerrado; reirme ante el ceño fruncido de los moscovitas y sentir afecto por una extraña anciana que necesita una enorme lupa para leer la parada de metro que necesitábamos encontrar. En St. Petersburg, había mujeres tan hermosas como ostentosas que paseaban con sus interminables piernas alrededor de otro pastel con velas de caramelo y, en general, una sociedad aún anclada en la época comunista que se esmera en aparentar lo que no es.
Tal vez fue en Estocolmo dónde mejor nos recibieron. Supongo que algo tendría que ver el hecho de que somos Campeones del Mundo ;) Catorce islas repletas de encanto, un parque de atracciones con vistas a un lago, paseos románticos, una ciudad rica en sonrisas... Este lugar supuso un antes y un después en nuestra travesía. "El Magnífico" explotó y sacó todo lo que llevaba dentro. Creo que, a partir de ese momento, los tres empezamos a respirar de nuevo.
¿Y qué decir de Londres? o mejor dicho ¿qué no decir? Una ciudad llena de oportunidades, con tantos rincones que ver... Es la tercera vez que voy y me ha vuelto a sorprender con cosas nuevas. La primera noche casi nos morimos de un infarto cuando un graciosillo activó la alarma de incendios. Después vino aquel sentimiento de pánico en el London Eye. La verdad que en esos momentos de angustia  lo paso fatal. No sé el porqué de este miedo a las alturas que tengo desde hace un par de años.
En resumen, recuerdo varios momentos de ansiedad durante este viaje pero me alegro de haberlo hecho porque lo que he aprendido y visto, lo supera y compensa todo.